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“KATSIRINKAITERI: Sol de los Asháninkas”
Comentario: Gerardo García Rosales
El campo literario de la zona selvática de Junín, siempre ha tenido profundos vacíos y silencios continuos, en cuanto a la creación literaria; pero hoy, este vacío se cubre con la importante obra literaria: “KATSIRINKAITERI: Sol de los Asháninkas”, de Rode Huillca Mosquera, cuyas páginas nos llenan de gran imaginación y esperanza. Cabe resaltar que Huillca Mosquera ha imprimido cada uno de los relatos de este libro, con una gota pedagógica y les ha adicionado una hoja de comprensión lectora, para dar mayor facilidad a su público juvenil.
Creo, sin duda, que este magnífico libro cubrirá las expectativas de nuestra literatura de la selva, pues lleva en cada página, el espíritu Asháninka como hilo conductor y motivación de los veintisiete relatos.
Publicado por Suplemento cultural Solo 4 en 14:49
FUENTE: DIARIO CORREO: sábado, 5 de marzo de 2011.
Suplemento cultural Solo 4 es una publicación del diario Correo de Huancayo.
Autora: Rode HUILLCA MOSQUERA
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LAS LÁGRIMAS DE YATSINKANTI, EL LAGARTO.
KATSIRINKAITERI, EL BONDADOSO SOL DE LOS ASHÁNINKAS
Cubierto por una cerrada neblina azul que le impedía ver sus orillas, nija, el río, tristemente hablaba en silencio como si hubiera perdido la razón, pidiendo regresar a sus montañas lejanas pues sus recuerdos lo atormentaban; sin embargo, nija no lograba que lo escucharan los dioses protectores de la selva, y se quejaba así:
A Meanto, el papagayo esmeralda, le gusta alimentarse de kipatsi, la arcilla de colores, que solamente se encuentra entre los farallones del caudaloso río Apurucayali. Meanto se contenta mucho cuando come esta tierra, como si fuera pitsi, la miel.
RODE HUILLCA MOSQUERA
KATSIRINKAITERI, EL SOL DE LOS ASHÁNINKAS
Katsirinkaiteri, el viejo sol anaranjado, de tanto trajinar dando vueltas y vueltas la tierra sin saber por qué, ni hasta cuándo, por fin ha cambiado su imagen ajada y marchita, por otra nueva; de igual forma ha cambiado también su manera de reír y su dentadura que estaba muy gastada; sus orejas, sus pelos; ha renovado, su calor que ya estaba enfriándose. Ahora luce nuevito como si hubiera nacido otra vez, enlucido de otros resplandores y con un hermoso plumaje verde, como usa el presuntuoso pavo real.
El viejo katsirinkaiteri ya no camina trastabillando, como antes caminaba. Ahora lo hace volando como si tuviera alas y alardea: “Mi amada y joven luna me espera esta noche”.
Para que no envejezca su nuevo vestido, se cubre por las noches con un velo negro, y cuando empieza a llegar el resplandor del día, aparta de su lado ese velo y enciende las luces de nuestro universo. Su calor formará las nubes, las nubes traerán lluvias para que el venado pueda retozar por el monte; el agua protegerá los nevados azules, reverdecerán bosques y lagunas; y, con más fuerza, volverá a florecer cuanto existe sobre la tierra.
Después, katsirinkaiteri, descansará extendiendo su cuerpo sobre la selva. El sol brillante, luce un nuevo traje de verde plumaje.
Autora: Rode HUILLCA MOSQUERA
A Yatsinkanti, la lagarto, los animales de la selva le tenían mucha compasión, pues siempre la encontraban tendida sobre los arenales de nuestro gran padre Apurucayali, llorando sus penas. Todos los animales se conmovían de ella, y cuando le preguntaban: ¿por qué lloras tanto Yatsinkanti? muy acongojada, respondía: “Por favor, ayúdenme a buscar a mis hijitos.
Koshoshico, el bufeo del río Amazonas, se los ha llevado con engaños”, y derramaba sus lágrimas como si verdaderamente estuviera llorando. Pero había alguien llamado tserapito, el pajarillo que todo lo ve y todo lo escucha, que cantaba sobre la copa de los árboles, y mirándolo de reojo, decía: “Dos mentiras son pasables, tres mentiras son condenables, pero...muchas mentiras, son castigables” Y yatsinkanti rabioso saltaba sobre el agua tratando inútilmente de alcanzar a tserapito, que picoteaba el aire como si estuviera lleno de mosquitos.
Otros, que recién se enteraban del problema que la agobiaba, le preguntaban, curiosos: “¿por qué sufres hermana Yatsinkanti? Cuídate, cada día te estás volviendo más vieja, de tanto llorar”, le recomendaban; y ella volvía a quejarse, implorando: “¿No habrán visto por ahí a mis crías? ¡shaweta, la mariposa, con engaños se las ha llevado no sé dónde. Si las encuentran díganles que estoy llorando, desesperada. ¡Pobrecitos mis hijitos, qué haré sin ellos!”.
Y, tserapito, que todo lo ve y todo lo mira, seguía cantando: “Dos mentiras son pasables, tres mentiras son condenables, pero...muchas mentiras, son castigables” Y yatsinkanti, abriendo su enrome boca y golpeando el agua con su sucia cola, amenazaba a tserapito y este sacudía su plumaje como si no le importara las amenazas de la perversa.
Hasta que por fin, llegó el día que no esperaba yatsinkanti. Los animales de la selva, advertidos por los cantares de tserapito, descubrieron que ella muy contenta y feliz ordenaba a sus crías:
¡Vayan a espantar a chomenta, la piraña maligna, porque me impide cruzar el río para ir a buscar comida, hijos míos! decía, relamiendo su hocico malsano.Y sus criaturas iban obedientes a espantar las pirañas, mientras que la cruel yatsinkanti astutamente se quedaba con el hijo más pequeño e indefenso, para, luego…!comérselo entero¡ y, más, cuando regresaban sus otros críos, sin haber encontrado ni media piraña, entre desgarradoras muecas de dolor y desesperación les hacía creer: “¡se han llevado a uno de sus hermanitos¡ ¡qué haremos, ahora, hijos míos!” Y sus abundantes lágrimas iban a confundirse con el agua turbia que llevaba el río, sin darse cuenta que entre la arboleda los animales escondidos, contemplaban la gran falsedad de yatsinkanti.
Y, cuando descubrieron la falsedad de la lagarta, los animales de la selva repitieron indignados el canto de tserapito:“Dos mentiras son pasables, tres mentiras son condenables, pero, muchas mentiras son castigables” y entonces decidieron hacer justicia y, cogiéndola entre todos, le colocaron un madero de dura chonta entre las mandíbulas para que no pueda cerrar el hocico por muchos días, y le dieron una feroz paliza, hasta dejarla semi muerta, y la condenaron a vivir solamente en aguas fangosas, entre musarañas y sabandijas, para siempre.
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KATSIRINKAITERI, EL BONDADOSO SOL DE LOS ASHÁNINKAS
Autora: Rode Huillca Mosquera.
“¡Qué daría yo, dioses protectores de la selva, para regresar al lugar de mi nacimiento, donde mis aguas son limpias y tranquilas; ¿Díganme, qué puedo hacer para volver a mis campos donde he vivido soñando? ¡Extraño la luz de sus cumbres nevadas, su frío, el aroma helado del cielo estrellado! Y, lamentándose sin hallar consuelo, se quejaba: ¡Tengo mucha tristeza rebalsando mi corazón¡”
Mientras nija imploraba lloroso, apareció en lo alto del cielo Katsirinkaiteri, el sol de los asháninkas, con su impresionante verde plumaje, quemante y maravilloso, y abriéndose paso a través de la frondosa vegetación, se acercó a nija, y le habló despacito a sus oídos, como un padre que consuela a su hijo:
“Sigue nomás bajando sin temor nija, yo con mi gran calor haré que tus aguas, cuando lleguen a la selva baja, se evaporen, y entonces te transformarás en una gran nube, y los viento que suben por la cordillera azul, te llevarán de regreso al lugar donde se halla tu añorado paraíso; luego te transformarás en lluvia abundante, en agua beneficiosa”
En aquel momento inolvidable, la tristeza de nija se transformó en un vientecillo cosquilloso que jugaba haciendo encrespar su cabellera de blancas espumas, y saltar de satisfacción; luego, agradeciendo a Katsirinkaiteri por haberle escuchado, siguió satisfecho su ruta hacia la selva baja, llevando su abundante cargamento de peces y alegrías incontenibles en su corazón de agua, porque sabía muy bien que su deseo se cumplirían como le prometió katsirinkaiteri, pues él vela por todos los seres vivos de la selva.
LOS DESEOS DE MEANTO, EL PAPAGAYO
Dicen los animales sabios que moran en el monte azul, que el cuerpo de meanto está hecho de ésta misma arcilla de colores, es por esta razón que nunca se aleja de ese lugar encantado. Pero, cuando meanto se aleja en busca de nuevas aventuras, añora ese lugar donde abunda kipatsi y, entonces, promete regresar porque siente que está hecha de esa misma tierra, pero con plumaje de colores.
Meanto, al igual que shirampari, el hombre, fue creado de un pequeño trozo de tierra; por eso, cuando meanto regresa a esos farallones para hartarse de kipatsi, con los ojos húmedos de alegría, habla cariñosamente, de esta manera:
“¡Hola, kipatsi¡ ¿cómo estás madre tierra? yo no te olvido, jamás. ¿Cómo has estado? No hay nada más que tú. Déjame que siga probando tu cuerpo para que mis plumas no se marchiten, y cuando me ausente pueda hallar el camino para volver a ti, sin perderme; y si me cogen, los cazadores, pueda volver a ti aún muerto, bien elegante, con traje nuevo, con mi pico, con mis huesos, con mis patas callosas, y mi cola. Cuando vuelva a ti, yo seré nuevamente tú!
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