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viernes, 2 de octubre de 2015

“La educación en valores es un proceso dinámico y constante”

“La educación en valores es un proceso dinámico y constante”

¿Cómo cree que se aborda actualmente la educación por la paz en las escuelas?
Creo que en el caso español hay varios avances y propuestas al respecto. Los centros educativos públicos y privados generalmente llevan a cabo programas y proyectos que cuentan con el apoyo y acompañamiento de instituciones como los ayuntamientos, los ministerios, las organizaciones no gubernamentales… Muchos de estos programas y campañas plantean la reflexión y aprendizaje respecto a temas como la democracia, los derechos humanos, la justicia, el desarrollo sostenible, la violencia (en especial la violencia en las aulas), la diversidad, el diálogo y la resolución de conflictos.
¿Es suficiente con este tipo de proyectos?
Es necesario llevar a cabo más esfuerzos para que estos programas sean parte de los planes de estudios de manera más transversal y permanente. También se requiere promover y facilitar la formación docente al respecto, o revisar los contenidos de los textos escolares y su coherencia con la promoción de una cultura de paz, entre otros aspectos.
Hace años que existen diferentes corrientes pedagógicas que apelan por una educación en valores que no han acabado de obtener los resultados esperados. ¿A qué cree que se debe?
Toda educación posee un proyecto ideológico, una determinada visión del mundo y unos determinados fines respecto a la sociedad en la que se desarrolla. Por lo tanto, la educación es reflejo y transmisión de los valores que surgen en el interior de cada sociedad. La reflexión en este aspecto consiste en cuestionarse qué tipo de educación en valores queremos construir y difundir.
¿Qué tipo de modelos detecta?
Podemos encontrar modelos educativos basados en valores y aptitudes como la eficiencia, la competencia, el individualismo o la adaptabilidad. Conllevan a  la instrumentalización y deshumanización de hombres y mujeres, y por ende, de nuestras sociedades. Por otro lado, también podemos encontrar modelos educativos que proponen procesos de enseñanza y aprendizaje basados en valores y aptitudes como la igualdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, el diálogo, el respeto y el mutuo entendimiento, entre otros.
¿Cuál de estos modelos cree que es el que predomina?
Ciertamente, el segundo modelo de educación en valores ha encontrado varios obstáculos y desafíos para su implementación. Entre ellos podemos destacar la inequidad en el adecuado acceso a una educación de calidad, la estructura de los sistemas educativos, las políticas educativas de los estados que en algunas ocasiones confunden el educar en valores con “educar en moral”, las políticas de privatización y mercantilización de la educación, el rol pasivo de las familias y de la sociedad en general…  Teniendo en cuenta estas dificultades, es necesario señalar que los valores no son algo definitivo y constante.  Se mueven con el ritmo de las sociedades, su historia, sus necesidades y sus aspiraciones. Por lo tanto, la apuesta por una determinada educación en valores también se debe entender como un proceso dinámico y constante.
El papel del profesor es fundamental a la hora de transmitir valores. ¿Qué actitud frente a la educación por la paz deben tener los maestros?
Varios educadores para la paz cuestionan si es posible hacerlo en las escuelas, ya que estas también pueden llegar a ser uno de los principales aparatos de violencia y opresión, en las que los educadores y educadoras pueden llegar a ser reproductores o víctimas del mismo sistema. Por ello, los educadores y las educadoras deben ser coherentes con los valores y principios de un modelo educativo basado en la igualdad, la libertad, la justicia. Así pues, deben propiciar el diálogo, la igualdad, la participación activa, el pensamiento crítico, la libertad de expresión y la autonomía.
¿Qué papel tienen las familias y el entorno social del niño o niña en el aprendizaje de los valores relacionados con la educación por la paz?
Generalmente las familias y las comunidades poseen un rol pasivo frente a la educación de los niños y las niñas. Dejan en manos de las escuelas y de otras instituciones (como la Iglesia) la formación de las personas, desconociendo que la vida en familia y en comunidad son parte fundamental del proceso educativo. Por ello, una educación en valores desde la familia y la comunidad implica: educar en la diversidad, comprender que no existe un modelo único de familia, educar en la libre expresión de emociones y sentimientos como el amor y la ternura, educar en la igualdad y la equidad entre hombres y mujeres, educar en el diálogo, la comprensión, la participación, la inclusión e integración, el respeto… Estos y otros valores son esenciales para que los niños y las niñas puedan construir un proyecto de vida personal y social, de ahí la importancia que tienen estos dos entornos.
En una sociedad como la actual donde priman valores como el individualismo o el consumismo, ¿cómo se puede trabajar con los alumnos para que desarrollen su espíritu crítico?
Existe un amplio debate sobre cómo educar en el desarrollo de un pensamiento crítico. Además, tanto en el campo de la educación como en el de la pedagogía, existen toda serie de teorías, métodos y técnicas al respecto. Desde mi punto de vista, un primer paso consiste en incentivar en los niños y las niñas su autonomía y libertad, desarrollar su capacidad en la toma de sus propias decisiones. Otro importante aspecto consiste en propiciar y acompañar su forma de descubrir el mundo, es decir, fomentar la observación, la experimentación y la búsqueda de las cosas y los fenómenos que nos rodean. Un tercer elemento sería acompañarles en el descubrimiento y entendimiento de la diversidad y la otredad. Este último se acompaña con la necesidad de indagar y comprender otras perspectivas, explicar que hay varias formas de entender una situación o de ver el mundo.
¿Qué retos tiene la educación por la paz por delante?
Depende del entorno en el que se intenten llevar a cabo programas de educación para la paz, pero destacaría tres que me parecen fundamentales. En primer lugar, el más evidente. En contextos bajo conflicto armado, son varios los aspectos que dificultan el alcance y eficacia de estos programas: la violencia directa, la violación masiva y sistemática de los derechos humanos, la ausencia o debilitamiento de instituciones, el reclutamiento de menores, los altos niveles de odio y venganza entre las partes en conflicto…
¿Y en segundo lugar?
La diversidad de significados respecto a la paz. La educación para la paz surgió en el seno de las sociedades occidentales, por lo tanto, su visión frente a la paz como valor es principalmente Occidental. Si bien la paz es un valor universal, este se construye a partir de las diversas formas de entender la paz. Por ello, es necesario que la educación para la paz, entendida como campo y concepto, promueva el diálogo y la comprensión de las diversas cosmovisiones de la paz. De lo contrario, para algunas culturas este concepto será percibido como una imposición que no considera sus puntos de vista.
¿Y por último?
El avance de las nuevas tecnologías. Sin duda, este aspecto significa todo un reto para la educación en general. El acceso a las diversas redes sociales y fuentes de información son temas importantes a los que la educación para la paz debe hacer frente, sobre todo en lo que tiene que ver con la prevención y transformación de varios tipos de violencia estructural y cultural como el racismo, la xenofobia o la homofobia.

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