Entrevista a Carles Monereo, Doctor en Psicología y fundador del grupo de investigación SINTE.
De los niños de hoy en día, Carles Monereo envidia la alegría y las ganas con las que van al colegio. Para él era como ir a hacer la mili, dice, un ambiente hostil en el que le daban de desayunar leche en polvo cada mañana. Ser un genio de las canicas amenizaba seguro aquellas jornadas: en su estuche había más esferas de vidrio de colores que lapiceros.
¿Tenemos claros los objetivos de las evaluaciones?
Evaluar cubre un amplio espectro de objetivos, desde acreditar unos conocimientos, competencias, capacidades; hasta dar un feedback al alumno y al profesor del proceso de aprendizaje en sí. Cuando evaluamos sabemos si la persona que está aprendiendo va por buen camino o no. También sirve para dar cuentas a la sociedad sobre cómo se educa a los ciudadanos.
¿Cómo evaluamos a nuestros alumnos?
Es complicado definirlo porque nuestro sistema es muy diverso. Hay centros que están muy en línea con la educación por competencias y por lo tanto evalúan de acuerdo a este sistema, pero hay otros que continúan perpetuando un método más sumativo, que evalúan conocimiento estático, conceptos declarativos. Este último responde más a una evaluación cuya finalidad es únicamente acreditar conocimientos.
¿Cuál de las dos es el mayoritario?
Aún impera la evaluación sumativa, que yo entiendo que es la que tiene menor interés educativo, aunque en ocasiones y en determinados contextos pueda resultar útil.
¿Pero si no educamos como antes, por qué se evalúa como antes?
En los métodos de evaluación también se detecta una evolución. Pero ahora mismo te puedes encontrar que dentro de un mismo centro, incluso de un mismo departamento, los profesores evalúen de forma distinta. Creo que el problema es que la evaluación siempre se ha considerado al margen del aprendizaje, no como parte de él.
¿Evaluar también es una forma de enseñar, entonces?
Claro, es un proceso conjunto. Si no sabes qué vas a evaluar ni cómo lo vas a hacer, ¿cómo decides qué es lo que vas a enseñar y cómo vas a hacerlo? Desde el punto de vista de la educación por competencias, por ejemplo, la diferencia entre una actividad que sirve para evaluar y una que sirve para enseñar tiene pocas diferencias; únicamente los recursos y ayudas que les des a los alumnos para solventar la situación que les plantees.
¿Una misma actividad puede servir entonces para enseñar y evaluar a la vez?
Sí, un mismo ejercicio puede servir para ambas cosas. Lo que se propone cada vez más es que las actividades de evaluación también sirvan para el aprendizaje.
¿La evaluación sumativa no contribuye al aprendizaje del alumno?
Contribuye a cierto tipo de aprendizaje de tipo memorístico. Adquieres conocimientos muy útiles para ganar en programas de televisión o en juegos de mesa de culturilla general, pero se trata de un aprendizaje poco funcional.
Denos un ejemplo de evaluación innovadora.
A mí me gustan mucho las evaluaciones auténticas, las que plantean al alumno una situación real, como la que puede encontrarse en su día a día, como ciudadano en primaria o como profesional en la educación superior. De esta forma se activan los conocimientos, las aptitudes, el vocabulario, la comunicación, etc.
¿Cómo son las evaluaciones que planteas a tus alumnos?
Mis alumnos serán futuros psicólogos escolares y para evaluarles les propongo una situación verídica: deben ayudar a un profesor real a crear una unidad didáctica atractiva sobre un tema determinado para un grupo de alumnos con unos perfiles determinados. Pero no se trata de una simulación, se trata de casos reales. El profesor al que ayudan además participa en algunas clases y pone algunos puntos de la nota final de mis alumnos. Este tipo de evaluaciones es lo que llamamos una evaluación auténtica.
¿Y este tipo de evaluación motiva o asusta a los alumnos?
Generalmente les asusta al principio, principalmente a los que suelen sacar buenas notas porque les rompe los esquemas de estudio que les funcionan bien. Pero tengo la certeza de que al final del curso el 80% de los alumnos están satisfechos con la evaluación, ya que les pido que, de forma anónima, respondan a un cuestionario para valorar las dinámicas de la clase.
¿Y queda satisfecho con las respuestas de sus alumnos?
Más que quedar satisfecho sirve para poner el termómetro a la clase. A veces los profesores no nos damos cuenta de lo que pasa en el aula. Con este cuestionario acabo averiguando por ejemplo, qué temas explicados en clase no han quedado claros, o qué problemas han tenido los grupos de trabajo cooperativos en los que se integran los alumnos para trabajar en clase.
¿Qué definirías como pautas claves para desarrollar una evaluación auténtica?
Este tipo de evaluaciones deben poner al alumno frente a situaciones lo más realistas posibles para que desarrollen y activen todos sus conocimientos y aptitudes. Hay que tener en cuenta y permitir el uso de todas las herramientas que los alumnos tendrían en la vida real. Mis alumnos pueden usar los apuntes, internet, llamar por teléfono, consultar con otros profesionales, etc.
¿Y en primaria y secundaria?
Lo mismo. Se trata de que los alumnos utilicen los recursos que han aprendido en clase enfrentándose a problemas reales que se encuentran en el día a día, como ir a comprar por ejemplo o entender un prospecto de un medicamento. En situaciones reales los niños y niñas tienen la oportunidad de desplegar conocimiento de matemáticas, lengua, ciencias naturales, pero también de activar actitudes, emociones, procedimientos, etc.
¿Los profesores saben transmitir la importancia de las evaluaciones?
Los alumnos aprenden en función de cómo les evalúas y por consiguiente es fundamental trasmitir muy claramente y desde el primer día qué esperas de ellos. Si planteas a tus alumnos evaluaciones reales, resulta más fácil que los alumnos entiendan cuál es el sentido de lo que vas a enseñar. Pero si propones conceptos abstractos para formular unos cálculos o analizar unas frases que a lo mejor un día les sirven para algo, difícilmente el alumno se motivará.
¿Qué es lo más importante para transformar las evaluaciones?
Debemos tener claro qué es lo que queremos evaluar. Esas listas interminables de competencias abstractas que abundan ahora en las programaciones no ayudan demasiado. Es mejor que cada profesor determine, en primer lugar, qué situaciones auténticas deberán ser capaces de resolver sus alumnos al final de curso y luego diseñe las unidades y planifique las clases de acuerdo a esas situaciones de evaluación.
Fuente: Tiching
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De los niños de hoy en día, Carles Monereo envidia la alegría y las ganas con las que van al colegio. Para él era como ir a hacer la mili, dice, un ambiente hostil en el que le daban de desayunar leche en polvo cada mañana. Ser un genio de las canicas amenizaba seguro aquellas jornadas: en su estuche había más esferas de vidrio de colores que lapiceros.
¿Tenemos claros los objetivos de las evaluaciones?
Evaluar cubre un amplio espectro de objetivos, desde acreditar unos conocimientos, competencias, capacidades; hasta dar un feedback al alumno y al profesor del proceso de aprendizaje en sí. Cuando evaluamos sabemos si la persona que está aprendiendo va por buen camino o no. También sirve para dar cuentas a la sociedad sobre cómo se educa a los ciudadanos.
¿Cómo evaluamos a nuestros alumnos?
Es complicado definirlo porque nuestro sistema es muy diverso. Hay centros que están muy en línea con la educación por competencias y por lo tanto evalúan de acuerdo a este sistema, pero hay otros que continúan perpetuando un método más sumativo, que evalúan conocimiento estático, conceptos declarativos. Este último responde más a una evaluación cuya finalidad es únicamente acreditar conocimientos.
¿Cuál de las dos es el mayoritario?
Aún impera la evaluación sumativa, que yo entiendo que es la que tiene menor interés educativo, aunque en ocasiones y en determinados contextos pueda resultar útil.
¿Pero si no educamos como antes, por qué se evalúa como antes?
En los métodos de evaluación también se detecta una evolución. Pero ahora mismo te puedes encontrar que dentro de un mismo centro, incluso de un mismo departamento, los profesores evalúen de forma distinta. Creo que el problema es que la evaluación siempre se ha considerado al margen del aprendizaje, no como parte de él.
¿Evaluar también es una forma de enseñar, entonces?
Claro, es un proceso conjunto. Si no sabes qué vas a evaluar ni cómo lo vas a hacer, ¿cómo decides qué es lo que vas a enseñar y cómo vas a hacerlo? Desde el punto de vista de la educación por competencias, por ejemplo, la diferencia entre una actividad que sirve para evaluar y una que sirve para enseñar tiene pocas diferencias; únicamente los recursos y ayudas que les des a los alumnos para solventar la situación que les plantees.
¿Una misma actividad puede servir entonces para enseñar y evaluar a la vez?
Sí, un mismo ejercicio puede servir para ambas cosas. Lo que se propone cada vez más es que las actividades de evaluación también sirvan para el aprendizaje.
¿La evaluación sumativa no contribuye al aprendizaje del alumno?
Contribuye a cierto tipo de aprendizaje de tipo memorístico. Adquieres conocimientos muy útiles para ganar en programas de televisión o en juegos de mesa de culturilla general, pero se trata de un aprendizaje poco funcional.
Denos un ejemplo de evaluación innovadora.
A mí me gustan mucho las evaluaciones auténticas, las que plantean al alumno una situación real, como la que puede encontrarse en su día a día, como ciudadano en primaria o como profesional en la educación superior. De esta forma se activan los conocimientos, las aptitudes, el vocabulario, la comunicación, etc.
¿Cómo son las evaluaciones que planteas a tus alumnos?
Mis alumnos serán futuros psicólogos escolares y para evaluarles les propongo una situación verídica: deben ayudar a un profesor real a crear una unidad didáctica atractiva sobre un tema determinado para un grupo de alumnos con unos perfiles determinados. Pero no se trata de una simulación, se trata de casos reales. El profesor al que ayudan además participa en algunas clases y pone algunos puntos de la nota final de mis alumnos. Este tipo de evaluaciones es lo que llamamos una evaluación auténtica.
¿Y este tipo de evaluación motiva o asusta a los alumnos?
Generalmente les asusta al principio, principalmente a los que suelen sacar buenas notas porque les rompe los esquemas de estudio que les funcionan bien. Pero tengo la certeza de que al final del curso el 80% de los alumnos están satisfechos con la evaluación, ya que les pido que, de forma anónima, respondan a un cuestionario para valorar las dinámicas de la clase.
¿Y queda satisfecho con las respuestas de sus alumnos?
Más que quedar satisfecho sirve para poner el termómetro a la clase. A veces los profesores no nos damos cuenta de lo que pasa en el aula. Con este cuestionario acabo averiguando por ejemplo, qué temas explicados en clase no han quedado claros, o qué problemas han tenido los grupos de trabajo cooperativos en los que se integran los alumnos para trabajar en clase.
¿Qué definirías como pautas claves para desarrollar una evaluación auténtica?
Este tipo de evaluaciones deben poner al alumno frente a situaciones lo más realistas posibles para que desarrollen y activen todos sus conocimientos y aptitudes. Hay que tener en cuenta y permitir el uso de todas las herramientas que los alumnos tendrían en la vida real. Mis alumnos pueden usar los apuntes, internet, llamar por teléfono, consultar con otros profesionales, etc.
¿Y en primaria y secundaria?
Lo mismo. Se trata de que los alumnos utilicen los recursos que han aprendido en clase enfrentándose a problemas reales que se encuentran en el día a día, como ir a comprar por ejemplo o entender un prospecto de un medicamento. En situaciones reales los niños y niñas tienen la oportunidad de desplegar conocimiento de matemáticas, lengua, ciencias naturales, pero también de activar actitudes, emociones, procedimientos, etc.
¿Los profesores saben transmitir la importancia de las evaluaciones?
Los alumnos aprenden en función de cómo les evalúas y por consiguiente es fundamental trasmitir muy claramente y desde el primer día qué esperas de ellos. Si planteas a tus alumnos evaluaciones reales, resulta más fácil que los alumnos entiendan cuál es el sentido de lo que vas a enseñar. Pero si propones conceptos abstractos para formular unos cálculos o analizar unas frases que a lo mejor un día les sirven para algo, difícilmente el alumno se motivará.
¿Qué es lo más importante para transformar las evaluaciones?
Debemos tener claro qué es lo que queremos evaluar. Esas listas interminables de competencias abstractas que abundan ahora en las programaciones no ayudan demasiado. Es mejor que cada profesor determine, en primer lugar, qué situaciones auténticas deberán ser capaces de resolver sus alumnos al final de curso y luego diseñe las unidades y planifique las clases de acuerdo a esas situaciones de evaluación.
Fuente: Tiching
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“Dime cómo evalúas y te diré cómo aprenden tus
alumnos”
“Dime
cómo evalúas y te diré cómo aprenden tus alumnos” - See more at:
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Entrevista a Carles Monereo, Doctor en Psicología y fundador
del grupo de investigación SINTE.
Carlos-Monereo_adulto.
De los niños de hoy en día, Carles Monereo envidia la
alegría y las ganas con las que van al colegio. Para él era como ir a hacer la
mili, dice, un ambiente hostil en el que le daban de desayunar leche en polvo
cada mañana. Ser un genio de las canicas amenizaba seguro aquellas jornadas: en
su estuche había más esferas de vidrio de colores que lapiceros.
¿Tenemos claros los objetivos de las evaluaciones?
Evaluar cubre un amplio espectro de objetivos, desde
acreditar unos conocimientos, competencias, capacidades; hasta dar un feedback
al alumno y al profesor del proceso de aprendizaje en sí. Cuando evaluamos
sabemos si la persona que está aprendiendo va por buen camino o no. También
sirve para dar cuentas a la sociedad sobre cómo se educa a los ciudadanos.
¿Cómo evaluamos a nuestros alumnos?
Es complicado definirlo porque nuestro sistema es muy
diverso. Hay centros que están muy en línea con la educación por competencias y
por lo tanto evalúan de acuerdo a este sistema, pero hay otros que continúan
perpetuando un método más sumativo, que evalúan conocimiento estático,
conceptos declarativos. Este último responde más a una evaluación cuya
finalidad es únicamente acreditar conocimientos.
¿Cuál de las dos es el mayoritario?
Aún impera la evaluación sumativa, que yo entiendo que es la
que tiene menor interés educativo, aunque en ocasiones y en determinados
contextos pueda resultar útil.
¿Pero si no educamos como antes, por qué se evalúa como
antes?
En los métodos de evaluación también se detecta una
evolución. Pero ahora mismo te puedes encontrar que dentro de un mismo centro,
incluso de un mismo departamento, los profesores evalúen de forma distinta.
Creo que el problema es que la evaluación siempre se ha considerado al margen
del aprendizaje, no como parte de él.
¿Evaluar también es una forma de enseñar, entonces?
Claro, es un proceso conjunto. Si no sabes qué vas a evaluar
ni cómo lo vas a hacer, ¿cómo decides qué es lo que vas a enseñar y cómo vas a
hacerlo? Desde el punto de vista de la educación por competencias, por ejemplo,
la diferencia entre una actividad que sirve para evaluar y una que sirve para
enseñar tiene pocas diferencias; únicamente los recursos y ayudas que les des a
los alumnos para solventar la situación que les plantees.
¿Una misma actividad puede servir entonces para enseñar y
evaluar a la vez?
Sí, un mismo ejercicio puede servir para ambas cosas. Lo que
se propone cada vez más es que las actividades de evaluación también sirvan
para el aprendizaje.
¿La evaluación sumativa no contribuye al aprendizaje del
alumno?
Contribuye a cierto tipo de aprendizaje de tipo memorístico.
Adquieres conocimientos muy útiles para ganar en programas de televisión o en
juegos de mesa de culturilla general, pero se trata de un aprendizaje poco
funcional.
Denos un ejemplo de evaluación innovadora.
A mí me gustan mucho las evaluaciones auténticas, las que
plantean al alumno una situación real, como la que puede encontrarse en su día
a día, como ciudadano en primaria o como profesional en la educación superior.
De esta forma se activan los conocimientos, las aptitudes, el vocabulario, la
comunicación, etc.
¿Cómo son las evaluaciones que planteas a tus alumnos?
Mis alumnos serán futuros psicólogos escolares y para
evaluarles les propongo una situación verídica: deben ayudar a un profesor real
a crear una unidad didáctica atractiva sobre un tema determinado para un grupo
de alumnos con unos perfiles determinados. Pero no se trata de una simulación,
se trata de casos reales. El profesor al que ayudan además participa en algunas
clases y pone algunos puntos de la nota final de mis alumnos. Este tipo de
evaluaciones es lo que llamamos una evaluación auténtica.
¿Y este tipo de evaluación motiva o asusta a los alumnos?
Generalmente les asusta al principio, principalmente a los
que suelen sacar buenas notas porque les rompe los esquemas de estudio que les
funcionan bien. Pero tengo la certeza de que al final del curso el 80% de los
alumnos están satisfechos con la evaluación, ya que les pido que, de forma
anónima, respondan a un cuestionario para valorar las dinámicas de la clase.
¿Y queda satisfecho con las respuestas de sus alumnos?
Más que quedar satisfecho sirve para poner el termómetro a
la clase. A veces los profesores no nos damos cuenta de lo que pasa en el aula.
Con este cuestionario acabo averiguando por ejemplo, qué temas explicados en
clase no han quedado claros, o qué problemas han tenido los grupos de trabajo
cooperativos en los que se integran los alumnos para trabajar en clase.
¿Qué definirías como pautas claves para desarrollar una
evaluación auténtica?
Este tipo de evaluaciones deben poner al alumno frente a
situaciones lo más realistas posibles para que desarrollen y activen todos sus
conocimientos y aptitudes. Hay que tener en cuenta y permitir el uso de todas
las herramientas que los alumnos tendrían en la vida real. Mis alumnos pueden
usar los apuntes, internet, llamar por teléfono, consultar con otros
profesionales, etc.
¿Y en primaria y secundaria?
Lo mismo. Se trata de que los alumnos utilicen los recursos
que han aprendido en clase enfrentándose a problemas reales que se encuentran
en el día a día, como ir a comprar por ejemplo o entender un prospecto de un
medicamento. En situaciones reales los niños y niñas tienen la oportunidad de
desplegar conocimiento de matemáticas, lengua, ciencias naturales, pero también
de activar actitudes, emociones, procedimientos, etc.
¿Los profesores saben transmitir la importancia de las
evaluaciones?
Los alumnos aprenden en función de cómo les evalúas y por
consiguiente es fundamental trasmitir muy claramente y desde el primer día qué
esperas de ellos. Si planteas a tus alumnos evaluaciones reales, resulta más
fácil que los alumnos entiendan cuál es el sentido de lo que vas a enseñar.
Pero si propones conceptos abstractos para formular unos cálculos o analizar
unas frases que a lo mejor un día les sirven para algo, difícilmente el alumno
se motivará.
¿Qué es lo más importante para transformar las evaluaciones?
Debemos tener claro qué es lo que queremos evaluar. Esas
listas interminables de competencias abstractas que abundan ahora en las
programaciones no ayudan demasiado. Es mejor que cada profesor determine, en
primer lugar, qué situaciones auténticas deberán ser capaces de resolver sus
alumnos al final de curso y luego diseñe las unidades y planifique las clases
de acuerdo a esas situaciones de evaluación.
Fuente: Tiching
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