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sábado, 30 de mayo de 2015

El destino de las pruebas de imprenta de Cien años de soledad

El destino de las pruebas de imprenta de Cien años de soledad

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Por mónica quintero restrepo | Publicado el 01 de mayo de 2015
Infografía
en definitiva
Las pruebas de imprenta, corregidas por García Márquez, las tiene ahora Héctor Delgado, heredero de los Alcoriza, a quienes fueron dedicados. A él le gustaría que las tuviera una institución.

A la primera copia de las pruebas de imprenta de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez le hizo 1.026 correcciones, en su letra. Corregidas las llevó a una fiesta que había en la casa de unos amigos suyos, los Alcoriza, donde el invitado era Luis Buñuel.
En un artículo publicado en El País de España en julio de 2001, el mismo escritor contó que al director de cine Luis Alcoriza lo entusiasmaron tanto las correcciones y la conversación, que él decidió dedicarles esas 181 hojas a él y a su esposa. “Para Luis y Janet, una dedicatoria repetida pero que es la única verdadera: ‘del amigo que más los quiere en este mundo’”. Al lado de su firma, Gabo, puso 1967.
Veintiocho años después, con el mismo bolígrafo, añadió, “Confirmado, 1985”.
Luis y Janet cuidaron ese regalo hasta que se murieron, él en 1992, ella en 1998. Una vez incluso, relata García Márquez en ese mismo artículo que escribió porque esas pruebas se iban a subastar, le dijeron en broma al cineasta que vendiéndolas podía volverse rico, y él gritó, “¡pues yo prefiero morirme antes que vender esa joya dedicada por un amigo!”. Nunca lo hizo y el documento pasó a uno de sus amigos, Héctor Delgado, que los tiene todavía.
En la subasta de 2001, nadie los compró. Pedían un millón de dólares. Luego, un año después, la Casa Christie’s los volvió a poner en venta y tampoco pasó nada. El editor y profesor Conrado Zuluaga, que entonces era el agregado cultural de Colombia en Madrid, cuenta que la empresa de subastas que los tuvo en 2001 recogió otros documentos como cartas y ediciones anteriores de algunas obras. El precio de entrada para participar fue de 500 mil dólares.
Conrado habló con algunas instituciones colombianas para que participaran en la venta. “Me daba mucho miedo que lo comprara un coleccionista privado en Moscú, por decir cualquier cosa, y que desapareciera, pero era una cifra muy alta en ese momento. Conseguir 500 mil dólares en 2000 no era fácil, y había que tener mínimo los 500 mil que pedían de salida. No se pudo participar, y por fortuna, nadie apostó”. Se vendieron los otros documentos.
¿Precio muy alto?
Para la subasta de la Casa Christie’s, recuerda él, el precio fue de 200 mil dólares, y tampoco nadie hizo la compra. Para el profesor la cifra es muy alta, porque si bien es muy difícil establecer el valor de un documento, “no es un original en el sentido estricto de la palabra, finalmente ya es una prueba de imprenta. Es importante, pero no para que cueste esa cifra. No se trata de unas hojas manuscritas ni de una copia mecanografiada que el escritor haya corregido”.
Importante, por supuesto, pero en cuestionar el precio coinciden varios. Las pruebas son las únicas, que se sepa de ellas por lo menos, que muestran un poco el trabajo juicioso que hizo el escritor con su novela más famosa. En el artículo de 2001, el Nobel explica que cuando recibió el primer ejemplar del libro impreso rompieron el original con la intención de que nadie descubriera sus trucos y carpintería. Aunque señala que puede, en algún lado, haber otras copias, como las enviadas a la Editorial Suramericana para la primera edición. Nadie, hasta el momento, ha dicho algo.
En el artículo de esta semana, también de El País, La orfebrería de Cien años de soledad, del periodista Jan Martínez Ahrens, se lee que Héctor Delgado prefiere que los papeles estén en una biblioteca o un museo que con él.
Comprarlos, sin embargo, precisa Conrado, no es el único paso, ni siquiera conseguirse la plata el primer problema, porque para conservarlos se va a requerir un tratamiento especial, para que las hojas no se dañen con el tiempo, y también digitalizarlo para que el público lo consulte en pantalla. Habrá que esperar qué institución se anima. Algunos se preguntan si la Universidad de Texas lo quiere sumar al archivo del Nobel que compró el año pasado por 2,2 millones de dólares

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